cliché



Luna era esa clase de persona que encadilaba con solo existir. Quererla, enamorarse de ella no era algo difícil. Conquistaba por cualquiera de los medios existentes. Su belleza física era indiscutible, aunque no presentase nada fuese de lo común, pero parecía que cada detalle que la componía había sido cuidadosamente esculpido para calzar en una imagen hipnotizante. Las hebras pelirrojas brillaban con tanta fuerza que parecía fuego vivo, no eran mechones desgastados ni mezclados con un rubio o castaño opaco, era anaranjado intenso y puro. Sus pecas era constelaciones y su sonrisa era tan pura y real que podía conquistar ya sea por su brillo o por su sonido. 

La existencia en si de la mujer es un cliché puro, porque pareciese no tener ninguna falla por bajo esa fachada, pero en realidad tiene un millón, en realidad su autoestima puede variar porque ella misma parece un personaje inventado para enamorar y luego ser desechada por sus propias dudas. Ella en si, cada paso que da, es un cliché. 

Luna podía ser muchas cosas, entre ellas narcisista y egocéntrica, con tanta ausencia y carencia emocional que sus falsas alegrías eran rápidamente destrozadas cuando se enamoraba bajo los parámetros de tóxicas relaciones heteropatriarcales. La pelirroja solía involucrarse con sociopatas integrados porque ella no sabía bien como expresar sus sentimientos, por lo que en los inicios de estas relaciones generaba una dependencia comprensiva entre ambos. Luna, escorpio, era una mujer demasiado intensa, que sentía las penas y llantos con fuerza, así como las risas y la felicidad plena, que la cegaba. 

Un día, como todos los clichés y las historias de amor, ella se enamoró. Pero se enamoró de forma distinta y de una persona distinta. Él, Johnny, se involucró bajo su piel con lentitud y de una manera tan sútil y poco invasiva que ella no pudo hacer nada más que recibirlo. Johnny era tranquilo, calmado, una persona tan suave que no se preocupaba por las grandes dicotomías ni por las cosas demasiado complicadas, una persona llena de curiosidad pura que se preocupaba más de la física, de sostener la mano de Luna, de las matemáticas y hacerla reír, sin importarle las inseguridades que ella pudiese cargar encima. Cuando comenzaron, Luna comenzó a sanarse sola y Johnny la apoyaba con besos en el cuello y escuchándola, regañándola a veces, pero siempre diciéndole que no era su deber hacerse cargo de sus heridas, y ella comprendiendo lo que decía, quiso avanzar. 

Las cosas salieron bien, al final. Luna nunca se había sentido tan bien, tan estable, nunca había estado en una relación donde pudiese conversar las cosas que le preocupaban, Luna... Luna... 

Habría tantas cosas que se podrían escribir de su relación. Luna no es una mujer que se pueda describir con facilidad, porque es tan inestable que cada reacción puede ser distinta dependiendo del día, es una mujer que no puede terminar de explicarse en ningún sentido, porque no está limitada por nada. Johnny, por el contrario y a la vez por igual, es tan sencillo que es allí donde habita su complejidad, Luna sintió durante el tiempo que estuvieron juntos que, aunque lo conocía más que cualquier persona, sentía que a la vez nunca lo conoció en realidad. Siempre trató de imaginarse sus reacciones y nunca le acertaban, pero sonreía con cada una de ellas. 

Cuando terminó, fue tan extremadamente doloroso, que lloró durante dos días seguidos. Imaginó, continuamente, su reencuentro, imaginó continuamente como hubiese sido si nunca se hubiesen separado, y al final, la creadora de Luna decidió que, por el bienestar de ella, que tanto había sufrido, se merecía estar con él, con la única persona que ha logrado complementarla a pesar de que como ser individual ya no le faltaba nada. 

Por eso, escribió una historia para ellos: 

"¿Te vas a quedar conmigo?" preguntó ella, mientras deslizaba sus dedos por los brazos del pelinegro con parsimonia. Él no dijo nada más que un sonido gutural, mientras rodeaba con fuerza la cintura ajena para apretujarla contra su pecho. Johnny generalmente tenía la costumbra de apretar con todas sus fuerzas a Luna para que ella se quedara a su lado, Luna era superior físicamente al asiático, sus abrazos fuertes no eran más que cosquillas, pero no le importaba, ella igual se quedaba a su lado, porque le gustaba, porque le relajaba. Hablaban en pequeños susurros, y ella, con la voz rota, murmuró, un poco temerosa "¿Te vas a quedar conmigo en Alemania?"

"Si" dijo él simplemente, hundiendo la nariz contra su cuello, oliendo el aroma de la pelirroja. 

"¿Para siempre?"

"No, no puedo quedarme para siempre"

"¿Por qué no?" ella sabía por qué no, pero aún así deseo preguntar. Y él simplemente se encogió de hombros, mientras acariciaba con las palmas de las manos las caderas de la alemana. 

"Porque no tenemos que viajar a muchos lados ¿No es cierto? Nos quedan muchos países que visitar, y tienes que ir a Chicago a conocer a mis amigos y a mamá también, está muy ansiosa por saber quien eres... Ya sabes"


La Luna de esta historia ríe mientras le lagrimean los ojos. Es lo que deseaba desde que le conoció, por supuesto, estar con él, hacer sus vidas con el otro acompañándole, y aunque no todas las historias son perfectas, y aunqu esta felicidad que siente está ligeramente modificada, prefiere satisfacerse con eso, desea dejar de ser omnipotente, desea dejar de saber los otros futuros, las realidad verdaderas, y quedarse en esta fantasía donde nada los interrumpe, donde da igual lo que suceda porque se quedaran juntos en la cama, con las piernas enredadas, para siempre. Se queda con su rostro enterrado en el pelo negro de YoungHo y con sus manos fuertemente presionadas contra su espalda para ayudar a sucumbir al frío. Se queda ahí porque no quiere pensar en otras cosas, en nada más, porque es el final del cliché, porque es el único final que desea y es la primera vez que se le concede. Es la primera vez que se le concede la felicidad sin peros, sin tapujos, sin errores, es la primera vez que se le permite estar enamorada y estar genuinamente contenta con él. Es la primera vez que el final de "Luna" no es ella acurrucada a su siempre fiel lobo Huan para sobreponerse a las desgracias de la vida, amorosas, amistosas, familiares, personales. Es la primera vez que el final de "Luna", el final que le dejaron tener, es ella, acostada en los brazos de quien quiere, con una sonrisa, tranquila de que nada va a suceder.

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