Exótica

Sus ojos rasgados eran tan profundos que parecían infinitos, los ojos de un gato ligeramente claros, tenaces, salvajes, guardando secretos en cada una de sus pestañas largas. Sus ojos los que se le aparecen por las noches entre sueños, los más reconditos. El contraste entre sus orbes y su sonrisa era quizás lo más caótico de BoXiang. La sonrisa dulce e inocente, parecida a la de una adolescente dulce contra la mirada de una niña que ha vivido más que féminas que ahora agonizan en sus últimas edades, contra la mirada fiera de una adulta obligada mediante la trata y la opresión a su cuerpo sexuado, a su existencia como, quizás, la mujer más hermosa que alguna vez hubiesen visto sus ojos. Hermosa en todos los sentidos, hermosa dentro su ferocidad... incluso dentro de la crueldad de sus manos, de sus palabras ácidos, de sus golpes, de la forma en la cual las uñas de la princesa china se solían clavar violentamente en la piel morena de Kida. 

Enamorarse de BoXiang no es difícil. Durante algunos meses asumió que el origen chino de la prostituta pudiese sumar algo exótico y atrayente a cada parte de su esencia. Ella era la definición de dicha palabra. Ella era exótica, desde su voz hasta la forma en la cual su cabello liso y negro caía por su espalda curvilínea, la forma en la cual sus muslos se rozaban bajo la tela de seda que le obligaban a vestir. Mirar a BoXiang era un acto obsceno desde su propia concepción, tocarla, atreverse a deslizar los dedos por su cuello blanco. Enamorarse de BoXiang no es difícil. Kida estaba enamorada de ella de muchísimas maneras. Porque el contraste no era sólo de su sonrisa y de sus ojos, sino era en su forma de vivir, de existir, de suspirar, de pensar, de sentir. 

"What are you looking?" es un inglés roto, hay falencias en casi cada palabra, pero es parte de esa forma de expresarse extravagante que se impregna en cada poro, en cada centímetro de ella. La morena no le contesta porque en su sonrisita picarona ve la burla y eso la hace gruñir un poco. Las uñas de Boxiang se deslizan por las líneas negras de sus tatuajes, las marcas y cicatrices en su espalda, se hunden por la bala que le atravesó cuando Kida había cumplido dieciocho años. "You can not ignore me forever, Kida", le susurra al oído, le desliza la lengua caliente por el borde y resuena un beso lento cerca de su frente "I know that you love me so much for do that"

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