Gemelas

Se le atasca el aire en la garganta de un momento a otro, la presión es dura y tan real que durante un segundo su cerebro concluye que es imposible que un puño o un objeto no se haya estrellado contra su vientre, uno que ella no ha visto. Pero no, no hay nada. Fue una puñalada invisible, silenciosa y apareció sin previo aviso. Dolió como si alguien la estuviese golpeando.

"¿Estás bien?" le preguntan y ella se acaricia con los dedos el abdomen, la lana de su chaleco de invierno. Había una pequeña expresión de dolor y confusión en su rostro que no había notado, pero que las personas a su alrededor si.

"Si, si. Me dio un no-se-que en el estómago. Como una punzada".

"Oh, ten cuidado, no te vayas a enfermar, ¿comiste algo raro hoy?" la conversación sigue al igual que sus pasos. Pero algo pasa en la mente de Binnie que le dice que no se trata de ningún alimento. No era un dolor que asociase a sus constantes desequilibrios alimenticios, ni a una infección a su organismo. Era algo más profundo, algo más allá de lo sensorial, algo que le hacía pensar en Min.
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"¿Qué te pasó?" solas en la casa. Su gemela entra por la puerta silenciosamente sin mirarle la cara, pero Binnie la conoce demasiado bien. Sus palabras recorren la habitación y revolotean en la incómoda tensión que se crea, se mezcla con el agua repiqueteando contra las ventanas, el techo, las paredes. Las respiraciones y los vientos, los ojos idénticos, los labios idénticos (aunque Binnie siempre había visto los de Min más bonitos) y ellas idénticas. Pieles... pieles casi identicas, con el mismo color de tez recorriéndoles desde la mandíbula, por la mejilla. Por el cuello igual. Binnie no le pide permiso cuando desliza los dedos por su cintura con una inocencia falsa y un cariño demasiado potente. Con preocupación en cada temblor, la gemela de cabellos cortos le alza la camisa con la seguridad de quien lo ha hecho otra vez, pero con preocupación en su rostro.

"... ¿Quién?"

"Nadie" responde firme y sin dudarlo Minkyung, aún evitando la mirada de su hermana. La vergüenza e incomodidad brilla en sus ojos, en la forma en la cual se mueve su cuerpo.

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