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Le temblaban los dedos flacos mientras escribía atarantada las palabras que tenía mezcladas en la cabeza. "Morena de grandes ojos, que lindo brillo tienen tus hombros" Se atragantaba de café. Con leche, no le gusta el café 'Es muy amargo'. Tiene la cabeza tan atolondrada de sentimientos que le da rabia. El pecho apunto de estallar, no tiene sentido. "No tiene sentido". Nada de lo que escribe "Nada de lo que escribo". Fotos inconclusas que se le suben a la cabeza de los días pasados que son pocos, pequeños, casi insignificantes. Los odia, se odia. 

Repitete frente al espejo. 

"No tienes depresión" Tabaco, calada tras calada. 

Como un poderoso flashback vuelve. Tres años atrás, un mes y cero días, aunque la exactitud es estúpida, no son procesos medibles. Mil ciento veintises días atrás. Recuerda la sensación. No poderse la vida, ni lo ojos, ni comer. O comer mucho, o vomitar o llorar o bañarse e imaginarse bichos y cosas asquerosas feas. La opresión del pecho, de la cabeza, la soledad, empezar a llorar. A llorar, a llorar, a llorar. 

"No tienes depresión" No la tienes. Es distinto.

Energías, ganas de bailar y bailar y bailar. Mirarse al espejo, ser linda, ser guapa. Le da nervios mirarla a ella, a todo lo que es. ¿Le gusta? Le gusta ¿Tanto? No, no tanto. Pero quizás si le gusta. (Ella dice que no, porque no es de su signo decir lo que siente, incluso aunque no crea cien por ciento en los signos) 

Se siente devuelta en la maldita adolescencia. Incluso escucha su música de adolescencia pero renovada. (Es eso Four Out Of Five ¿Es eso Artic Monkeys?) Le gusta tanto que le dan ganas de llorar. No, no tanto. Pero si lo suficiente para que sea tarde, esté tomando Moca, fumando tabaco, teniendo una crisis, una puta crisis existencial, de que hacer con su vida. Le vibra el teléfono, entre mensajes no contestados de chicas con las cuales hablar, tener sexo, o sus amigas. Se odia. Odia cada palabra que escribe mientras evita la responsabiliades de una carrera que le gusta en un sistema que la agobia, mientras se da cuenta mediante mensajes en redes sociales que debe afrontar la dicotomía de sus personalidades y fidelidades. 

¿Qué tan patético es comenzar a escribir y narrar los sucesos de tu vida? 

Siente espasmos de felicidad, cuando ve a los dos gatos en la cama (uno negro con manchas blancas y una rayado como león ¿O como tigre?)  que la acompañan y también cuando habla con su mamá delicada y tiernamente, con cariño. Mentira, no es ni delicado, ni tierno, es bruto, con groserías y risas descaradas, copuchentas, pero si es con cariño, son momentos breves antes de afrontarse, antes de salir, tomar la maleta y volver a la ciudad que le produce, quizás, los sentimientos encontrados más fuertes de su vida. 

¿De qué estaba hablando? Ah si, de ella, de la que le gusta, pues es que eso. Es que le gusta, es que tiene confusiones, confusiones de mente/cuerpo, de metropolis/puerto, de esto y de otro, de no saber. Quiere fumarse un caño de marihuana y a dormir. Le gusta ella, le gusta su ciudad, le gusta la gran ciudad, le tiene miedo a todo, y a nada, y escribe, escribe. Se le acabó el tabaco (lo apagó, le cansó la garganta) y se tomó el café luego de escribir el último punto. 

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